Prensa

Presentación de Irene Borges y de su grupo teatral 

Entretelones
CubaEscena

Entrevistas 

Sobre la ciudad, aldabas y puertas por abrir (Rodolfo de Puzo, 2009)
Las tablas cubanas gozan de buena salud (Santiago Masetti, 2010)
Irene Borges, con la añoranza del lienzo y la satisfacción de la escena (Lázaro J. González, 2010)


Reseñas de las puestas en escena

Inocencia (2008) 
   III Semana de teatro alemán : Inocencia en el cielo sin diamantes, Frank Padrón (La Jiribilla). 
   Paisaje con suicidas: los riesgos de saltar al vacío, Jaime Gómez Triana (blog Teatro en Cuba).

Por los caminos del mundo (2008)
   Reseña en Entretelones.

La ciudad que soy yo (2009)

                 



Antígona (2010)
   Antígona, del mito a la contemporaneida, por Cosette Celecia (AHS).

Ensayo para siete (2010)
   Reseña en CubArte
   Entrevista con Carlos Pérez Peña en Havana Times.

Las flores contadas (2011)
   Estrenada Las flores contadas de Sandra Franzen, por Pascual Díaz Fernández, 11 de marzo de 2011 (CubaEscena)
   Teatro con aroma de mujer, por Frank Padrón, Juventud Rebelde, marzo 2011.

Entrevistas


Sobre la ciudad, aldabas y puertas por abrir 
por Rodolfo de Puzo, ArteJovenCubano, 2009.

Irene Borges es una de nuestras jóvenes teatristas más activas en los últimos tiempos. Graduada del Instituto Superior de Arte (ISA) en la carrera de Dramaturgia, ha trabajado con importantes colectivo, como Teatro del Obstáculo y Estudio Teatral Buendía
Como directora cuenta con varios montajes, entre ellos El caballero de París, Por los caminos del mundo (Beca Milanés de la AHS en el año 2008) e Inocencia, que estuvo en cartelera todo el mes de julio, en el teatro Bertolt Brecht. 
En la actualidad está enfrascada en un proyecto de intercambio cultural con la agrupación italiana Orto delle Arti, un colectivo de vasta experiencia al aplicar el arte como objeto de transformación social y apoyo a los procesos educativos. La experiencia abre nuevos cauces en la carrera de la artista y va consolidando su nuevo proyecto : Espacio Teatral Aldaba.  

¿Cómo surge la relación entre ambos colectivos? 

El grupo de teatro Orto delle Arti se encuentra con nuestro trabajo el año pasado, en una temporada de Por los caminos del mundo, que hicimos en el Guiñol. Ellos vieron nuestra labor y nos propusieron hacer algo juntos. Nos mostraron su obra y luego coordinamos hacer un proyecto entre los dos grupos. Vía email  llevamos mucho tiempo coordinando las ideas, planificando la experiencia. 
Ahora ya ellos están aquí, para ofrecer un taller con niños realizado en dos sesiones. Estamos trabajando en la Habana Vieja, gracias al apoyo de la Oficina del Historiador de la Ciudad, de nueve y media a doce, en la Casa Guayasamín y después, de dos y media a cinco, en la Casa de México. 

¿En qué consiste el proyecto?  

El taller se llama La ciudad que soy yo y así también va a llamarse el espectáculo que le dará conclusión. Primero, es un trabajo con niños. Esto es maravilloso, porque ellos son un tesoro de sorpresas e imaginación. 
Es un taller de creación, donde a través de juegos teatrales entre los actores y los pequeños, mediante las artes plásticas, el video y la fotografía, acopiaremos material para hacer un espectáculo que se presentará en septiembre. 
Vamos a aprovechar el imaginario de los niños en función de su relación con la ciudad y su entorno. Aquí los niños dibujan, escriben, actúan, y toda esa información se recopila en video, para de esos resultados preparar el material. 

¿El espectáculo, entonces, se construye entre los teatristas y los niños?  

Sí. La idea es que los niños aporten su visión acerca de la ciudad donde viven, van a la escuela, juegan. Después del miércoles comenzaremos a tejer esta puesta en escena. Una vez que grabemos todo el material, una parte de nosotros – del Orto y de mi grupo – se dedicará a la cuestión audiovisual. Otros nos concentraremos en la dramaturgia del espectáculo, donde todas las artes se van a fusionar.
Queremos hacer un montaje interactivo, donde actuemos nosotros, los niños, quizás los padres. Vamos a hacer un experimento sobre esto cuando le demos cierre al taller, este veintiséis, a las tres de la tarde, en la Plaza Vieja. Haremos instalaciones plásticas, juegos teatrales, crearemos elementos, figuras para intervenir teatralmente en la calle.  

¿Y la presentación final ? 

El espectáculo está programado para el 19 de septiembre. Lo presentaremos también el 20, 26 y 27 en el teatro Bertolt Brecht. Además, haremos presentaciones el 24 y 25 en la Habana Vieja, probablemente en la Casa de México, donde tan bien nos han tratado. Pero esto último debemos confirmarlo aún.  

¿Cómo se conecta esta experiencia con el trabajo realizado hasta ahora ? 

Yo he seguido la línea del teatro íntimo, que descansa en el trabajo del actor. Pero me gusta alternar públicos, hacer una obra para adultos, después para niños, trabajar para todo tipo de espectadores. Creo que resulta enriquecedor confrontar otros lenguajes, ya sea el del teatro callejero, o experiencias cercanas a las artes plásticas. 
Ahora mismo, el trabajo del grupo se vuelca hacia un quehacer, digamos, comunitario. Entonces, La ciudad que soy yo me permite ampliar el alcance del colectivo que dirijo y explorar eso, nuevos lenguajes, como por ejemplo, el audiovisual. Me parece también muy interesante el estudio del niño, la relación con la comunidad, o sea, se mezclan muchas cosas. Es un experimento nuevo para mí, pero en otro orden está muy cercano a mi trabajo anterior: yo siempre me he basado en la improvisación. Si recuerdas El caballero de París, o Por los caminos del mundo, verás que esos espectáculos surgieron de improvisaciones con los actores, reescrituras de los textos hasta el material definitivo. Lo nuevo en la experiencia actual es que se trabaja con niños. Entonces debemos saber cómo controlar el proceso, con técnicas bien estudiadas, mucha psicología, amor. Debemos lograr que los niños tengan total libertad creativa, pero dentro de los parámetros del taller; o sea, en una mezcla de caos y orden. Por otro lado, y esto sí me ha caracterizado como creadora, quiero explorar otras dimensiones, no dedicarme solamente a un teatro tradicional. Siento como un reto el hecho de poder trabajar con niños en escena, de entenderlos, y ¿a quién no le gustan los retos?  

Con La ciudad que soy yo también das un paso en tu carrera...

Se trata de la primera experiencia del Espacio Teatral Aldaba como tal. Este es el nombre de nuestro colectivo. Aunque pienso que la agrupación se define, como colectivo estable, con Por los caminos del mundo. Es ahí cuando siento que hay un grupo de trabajo, con intereses comunes, y que quiere seguir unido. Eso sucede hace como un año. Desde entonces hemos trabajado sin parar, pero con ciertas dificultades porque provenimos de diferentes compañías. 
Yo estuve desde el 2000 en el Buendía, como directora artística. Otros actores eran de Pálpito, de Teatro Escambray. Entonces fue hora de elegir un nombre propio. Y sí, la experiencia de La ciudad que soy yo la compartimos con esta nueva identificación : estamos inaugurando a Espacio Teatral Aldaba.

¿ Espacio ?  

Mira, Aldaba surge por la poesía del objeto en sí. Con una aldaba tocas puertas, las abres. Son como una invocación a cosas que están ocultas. Pero una aldaba también es el logotipo del Museo de Arte Colonial, nuestro espacio de trabajo. Y la ciudad está llena de aldabas. Ahora, es Espacio y no “estudio”, “teatro”, “grupo”… porque queremos ir más allá de la creación de espectáculos. Queremos auspiciar funciones de otros proyectos, promover conferencias, lecturas dramatizadas, clases y talleres.

Entonces te convertirías en algo más que una directora teatral ¿ En una promotora cultural? 

Tal vez. Estando en el Museo de Arte Colonial surgió la posibilidad de crear proyectos en la comunidad. La Oficina del Historiador y los trabajadores del Museo facilitan los espacios de promoción, los lugares donde trabajar. También contamos con el apoyo del Centro de Teatro de La Habana, del Consejo de Artes Escénicas, de la AHS. Y pienso que si tenemos esa oportunidad debemos aprovecharla y hacer tantas cosas como seamos capaces, aunque no voy a abandonar la dirección.

¿Podrás con todo?  

Ahora mismo me doy cuenta de que mientras mis actores están en medio del taller, yo ando como loca, haciendo cosas de promoción y producción. Tengo más responsabilidades y debo entrenarme en eso. Yo y el grupo. Pero creo que sí. Si conseguimos entrenarnos y cada uno asume lo que debe hacer con sentido de pertenencia, con amor, pueden surgir proyectos culturales bellísimos. Creo que se puede ser promotora cultural y directora de teatro. Pero ante todo, yo soy una artista.

¿Proyectos en mente?  

Es maravilloso contar con un espacio para conferencias, como las que hicimos hace poco sobre el teatro cubano en la colonia. Le estoy dando vueltas a un proyecto lindísimo: celebrar el centenario del natalicio de Dora Alonso. Y ahora se me antojó trabajar con un artista plástico, no sé, en instalaciones, obras en la calle. Podríamos hacer un sinfín de proyectos juntos, en escenarios no convencionales, con actores, y quizás una dramaturgia más teatral, o menos, no sé. Estoy abierta a proposiciones. Recuerda que ahora mismo estamos creando un nuevo espacio : Espacio Teatral Aldaba, y no podemos limitarnos, sino abrir puertas, abordar cualquier proyecto.




Las tablas cubanas gozan de buena salud  
Santiago Masetti (AP MERCOSUR), 18|06|2010 

La Habana.- Con sólo 31 años, Irene Borges, del Espacio Teatral Aldaba, dirigió puestas como Los justos, de Albert Camus, e Inocencia, de la alemana Dea Loher. ¿Quién llegó primero? y Enredos o historias de chicos enamorados son las obras infantiles que eligió para trabajar en sus comienzos. Escribió y puso en escena Por los caminos del mundo, también para niños, y el texto para jóvenes y adultos De París, un caballero. Aprendiz de bruja, de Alejo Carpentier, fue uno de sus primeros trabajos para los escenarios habaneros; en estos días prepara el estreno de Antígona, del escritor cubano Reinaldo Montero.

¿Cómo ves al teatro cubano en la actualidad?  

Uno de los principales objetivos del Estado cubano ha sido siempre apoyar y subvencionar la cultura, y por supuesto al teatro. Eso realmente es maravilloso porque no sólo te de la posibilidad de dedicarte a crear y a pensar, sino que también te genera seguridad laboral. Creo que el teatro cubano sigue gozando de buena salud; tenemos grupos que mantienen una calidad desde hace muchos años, como lo son el Buen Día, que ha dado directores como Carlos Celdrán y Nilda Castillo, quienes se mantienen investigando y produciendo. 
Por otra parte, el público llena las salas teatrales y a todos los festivales nacionales e internacionales concurre gran cantidad de espectadores. Teatro y sociedad, relación interesante… Siempre he seguido una frase de Racine: “El teatro debe ser una escuela de virtud”, donde el espectador se transforme para bien, donde pueda encontrar respuestas a sus problemas y en donde se siente unos minutos para llevar mejor su vida. Es justamente por eso que no quiero dejar mi trabajo para niños. Creo que el teatro es una muy buena herramienta en la formación de hombres y mujeres, para construir una mejor sociedad.  

En tus puestas, ¿utilizas recursos artísticos por fuera de lo específicamente teatral?  

Sí. Pienso que una obra de teatro es la suma de todas las manifestaciones artísticas; es completa. Trato de poner una peculiar atención en la visualidad del espectáculo y en la música, que es tan necesaria como el texto. Evidentemente, tiene que haber un equilibrio entre todas las manifestaciones.

¿Cómo nació tu vocación?  

Tal vez por los juegos de la infancia. Con mis padres representaba personajes y armaba retablos para títeres. Luego visité talleres; ese fue mi primer encuentro con las tablas. En mi adolescencia me costó avanzar hasta que comencé en la Escuela Nacional de Arte (ENA), donde pensaba, en un principio, realizarme como actriz. Creo que eso le sucede a todos los que terminan dirigiendo; allí descubrí mi vocación : dirigir.

¿Qué tratas de decir con tus obras?  

Siempre me ha motivado encontrar respuestas sobre la existencia misma. El hombre ante sus fragilidades, deberes; ante su tiempo, ante sus circunstancias. Intento que el espectador pueda encontrarse consigo mismo, que descubra las respuestas a sus conflictos.  

¿Con cuál de todos tus trabajos te sentiste más a gusto?  

Con todos. Hay procesos artísticos más sufridos y trabajosos que otros, en donde uno se pierde por momentos; pero hay otros que son claros; disfrutas, te divertís; y al terminar, una se siente completamente satisfecha. Las obras son como hijos, un milagro.  

¿Dónde te sentís más cómoda, en el teatro para niños o trabajando para adultos?  

Son experiencias muy diferentes. El público es muy distinto. Pero el teatro para niños me da muchas posibilidades de volar, de estallar, y es tan emocionante ver cómo los niños disfrutan de los espectáculos. El público infantil está lleno de bellas sorpresas. Es vital para mí mostrarles el mundo nuestro y armarlos a través del la experiencia de la representación. El trabajo con niños, después de una puesta para adultos, es un equilibrio entre los demonios y los ángeles.

¿Qué es lo que más te llama la atención del teatro latinoamericano? 

Creo que el teatro que se hace en América Latina es muy bueno, sobre todo porque es un teatro que, generalmente, se realiza sin recursos y los actores y directores tienen que trabajar en otras actividades para poder desplegar su vocación. 
Desde ese punto de vista, es un teatro que se hace con mucha pasión, amor y dedicación. Me gusta mucho el grupo colombiano La Candelaria, por su calidad de dirección, por sus actores y por la constancia con la que vienen trabajando. 
También me llamó mucho la atención lo que significó Teatro Abierto, en Argentina, ya que desde el mismísimo drama denunciaron los atropellos de una de las dictaduras más violentas y sanguinarias de la historia de América Latina.